¿QUIÉN QUIERE SER FELIZ?


Esta es la pregunta que planteo a los hermanos de la Virgen del Carmen, y a todos nuestros simpatizantes y amigos, que con cariño seguís este blog RH.

Es probable que mucha gente alce la mano, o interiormente tenga firme el planteamiento positivo hacia la cuestión planteada, pues, raro sería que alguien no aspirara a ser feliz. Pero continúo con mi reflexión: ¿qué es eso de “ser feliz”? y ¿qué medios ponemos para ello?

La respuesta se hace de esperar o incluso puede que el silencio sea la respuesta…
Sí, el silencio suele ser la respuesta a las cosas más importantes de la vida del hombre no creyente, y es una verdadera pena. Solo la luz de la fe, y la esperanza que esta hace brotar en el corazón, es la única capaz de iluminar las oscuridades de nuestra vida, que en tantas ocasiones apagan al mismo hombre, haciendo de su existencia algo sombrío, triste, sin sentido…

Yo quiero ser feliz, y no tengo duda de que ya lo soy, pues hago lo más grande que una criatura puede hacer con respecto a su Creador: decirle que sí con la propia vida; y esto no por méritos propios, virtudes, capacidades… no, nada de eso, al contrario; lo hago desde la conciencia de quien se siente pecador, débil, indigno.

Sentir que Dios cuenta con nosotros para ser partícipes en la construcción de un mundo nuevo según su corazón, un mundo feliz, es decir, ser partícipes de nuestra propia felicidad y la de los demás, es gracia de Dios; ser capaz de decirle que sí, y entregarle la vida para que se desgaste en una misión que Él me ha preparado y que en este mundo no será recompensada, es gracia de Dios que nos hace capaces de afrontar lo humanamente imposible. Todo es gracia de Dios, todo es fruto de su amor.

La oración, que es hablar con Dios sabiendo que Él nos ama primero; la vivencia de la Eucaristía como encuentro cara a cara con Jesucristo; y vivir cada momento, cada circunstancia (también el dolor) con fe, me han ayudado y lo siguen haciendo a encontrarme con Dios en cada momento de mi vida, haciéndome ver qué quiere de mi.


Sé que el futuro no será para mí fácil ni cómodo, pero sí tengo claro algo: seré feliz, porque quiero cumplir en mi vida lo que Dios ha dispuesto, a lo que Él me ha llamado, quiero responder a mi vocación, que en este caso es el sacerdocio.

Ojala descubráis lo que Dios os tiene preparado, porque todos los cristianos estamos llamados a algo, desde nuestra condición de testigos de Jesucristo; ser llamados es ser amados, por un Dios que cada día nos demuestra y renueva este amor manifestado en la cruz.

Que seáis felices.

José Mª Sánchez García
-Seminarista-